Alberto
Salcedo Ramos cronista
colombiano incluido en diversas antologías nacionales e internacionales de
periodismo.Es considerado uno de los mejores periodistas narrativos
latinoamericanos y forma parte del grupo Nuevos Cronistas de Indias. Varios de
los temas que ha abordado están relacionados con la cultura popular. y en una de sus charlas dice textualmente
* Una sección cultural diaria, como tal, solo la tiene
El Universal. En los demás periódicos de la región la sección aparece entre una
y tres veces por semana.
En la información cultural de los medios del Caribe
colombiano predominan los hechos y personajes del folclor. Allí son exaltados
los festivales, las fiestas populares, la vida y obra de los compositores.
Aunque yo me enfoqué en los medios escritos, quisiera hacer una mención al
canal de televisión regional Telecaribe, y decir que abusa del folclorismo a
ultranza. Las propagandas relativas a festivales de todo tipo suelen ser
exageradas en la cantidad y en el tono. Y excluyen el reconocimiento y el
debate sobre los graves problemas sociales y de orden público de la región. Es
como si se utilizaran los hechos de una cultura popular que ciertamente es muy
rica, como cortina de humo.
* Las artes plásticas y la literatura, tienen, en términos generales, una cobertura
menor. En estos temas el criterio que prevalece es la exaltación de lo local
por encima de lo universal.
Los suplementos dominicales en la región,
tradicionalmente consagrados a la cultura, tienden a desaparecer. Los únicos
que han permanecido estables en el tiempo son los de El Meridiano de Córdoba –
cuyo editor hace un gran esfuerzo editorial aunque trabaja con las uñas – el de
El Universal y el de El Heraldo – que acaba de pasar de semanal a mensual --. Los
demás periódicos publican la información cultural en las páginas habituales, a
veces revuelta con las noticias de la farándula y el espectáculo.
* Me da pesar advertir que, con honrosísimas
excepciones, el periodismo cultural de la región de García Márquez, de Rojas
Herazo y de Cepeda Samudio está mal escrito. En varios casos son alarmantes los
errores de ortografía, los atropellos a la sintaxis, la magnificación de
sucesos nimios y el desconocimiento de hechos trascendentes. Un solo ejemplo
pescado al azar: en un diario de Valledupar leí una noticia sobre el encuentro
en Cartagena entre García Márquez y Rodolfo Molina, el presidente del Festival
Vallenato. El texto contenía la siguiente cita textual de Gabo: "cuando tú llegas a una parranda en Valledupar y vez a un hombre que se pavonea por una
casa ajena como por la propia, ordenando atender a la gente, indicando qué
whisky debe servirse y metiéndose a la cocina a supervisar el hervor de los
sancochos; un hombre que, además, lleva puesta una camisa elegante y fina que
nadie más lleva, ese…ese es Rafael Escalona". Como pueden darse cuenta, el periodista escribió “vez”
donde debió poner “ves”. Estos errores suceden por varias razones, todas
inquietantes: a) falta de editores de
buen nivel, b) contratación – por razones administrativas mezquinas – de
periodistas sin experiencia y poco calificados para cubrir idóneamente un tipo
de información tan especializada como la cultural, c) falta de capacitación
para unos y otros, es decir, editores y reporteros, d) confusión de los
linderos entre la cultura y la farándula. Los medios, para ahorrar costos,
hacinan en los mismos espacios las noticias del espectáculo con las de la
cultura, y los periodistas encargados del cubrimiento terminan creyendo que, en
efecto, no hay ninguna diferencia entre el ganador del Premio Nobel de
Literatura y el ganador del Premio Baloto, e) falta de interés de los dueños y
directivos de los periódicos en los temas relacionados con la cultura, los
cuales, a menudo, solo valen en la medida en que son protagonizados por sus amigos
y mecenas personales.
* En los periódicos del Caribe, como en los de tantas
otras regiones del país, la información cultural es complaciente. No hay una
distancia crítica entre la sección cultural donde se publica el hecho y el
protagonista. Renson Said Vergara, columnista del periódico La Opinión, de
Cúcuta, y editor del suplemento cultural de ese mismo diario, dice que se trata
de un vicio común en las ciudades pequeñas, donde se fomenta un amiguismo
forzoso, ya que el crítico y el criticado siempre se encuentran, a la entrada o
a la salida, y suelen compartir manteles, proyectos y hasta bares. De ese modo,
la información cultural cae, con mucha frecuencia, en el ditirambo. La
exposición de pintura siempre es “la gran exposición”, el lanzamiento de la novedad
editorial siempre es “el gran lanzamiento”, y así sucesivamente.

* No ayuda, tampoco, el hecho de que los funcionarios
encargados de manejar la cultura en varios de esos departamentos y ciudades,
sean personas nombradas a dedo por razones políticas y no por méritos
profesionales. Hace tres años y medio fui a la zona bananera del Magdalena a
explorar, para la revista Arcadia, una crónica sobre los vasos comunicantes
entre la novela “La casa grande”, de Álvaro Cepeda Samudio, y el lugar donde
esta obra está ambientada. Cuando entrevisté al director de la Casa de la
Cultura Álvaro Cepeda Samudio, en Ciénaga, lo primero que me dijo, con el pecho
erguido, es que Cepeda Samudio había sido el maestro de García Márquez y el más
grande escritor de Colombia. Entonces le pregunté qué libro de Cepeda Samudio
conocía y, para mi sorpresa, no había leído ninguno. Yo rematé mi crónica con
esta reflexión que también me sirve ahora para ponerle el punto final a mi
disertación: “Nada nuevo, pienso: en este país la
literatura siempre ha sido más citada que leída, más motivo de consejas
parroquiales que de debates serios. Discutimos sobre la fama del escritor,
sobre su relación con el poder, y nos desentendemos de lo que escribe, que es
lo único importante. Por eso la historia nos atropella sin dejarnos ni una sola
lección. Por eso la riqueza se nos esfuma y sólo nos quedan el olor y la
leyenda”.